En estas fechas, son muchos los hogares checos que complementan su decoración con un árbol de Navidad, encargado de cobijar bajo sus ramas los regalos que trae el Niño Jesús la noche del 24 de diciembre. Este elemento navideño, no obstante, tiene una larguísima tradición.
El árbol de Navidad tiene un lugar clave en nuestra celebración de estas fechas. Sin embargo, quizás algunos no se imaginan que esta tradición tiene una historia de muchos siglos, donde su significado y su decoración han ido variando con el paso de los tiempos.
Buscar el origen histórico de esta costumbre con exactitud no es posible, pues la decoración de ramas y la veneración de árboles de hoja perenne en la época del solsticio de invierno se dio en muchas culturas antiguas, así como en diversos puntos geográficos.
Hasta donde tenemos cierta constancia escrita, y hablando a nivel europeo, se sabe que los celtas tenían una gran tradición en lo referente a la decoración y veneración de árboles. Asimismo, los pueblos antiguos del norte de Europa también daban gran importancia a este elemento, ya que para ellos representaba el llamado Árbol del Universo, Yggdrasil.
Al parecer, cuando los cristianos llegaron a esos lugares, no vieron con buenos ojos las tradiciones paganas, por lo que con el paso del tiempo intentaron erradicarlas o transformarlas según sus propias creencias. Una leyenda sobre el tema y más pormenores sobre el origen de esta costumbre explicó para Radio Praga Internacional la historiadora Valburga Vavřinová, especialista en celebraciones tradicionales como la Navidad y la Pascua.
“El árbol ya era adorado por varias culturas precristianas. Pero más tarde, la Iglesia no tenía una buena opinión de estas costumbres paganas, por lo que trató de erradicarlas. La primera mención de la celebración del solsticio de invierno en la época cristiana es de Borgoña, en Francia. Allí se ha conservado la leyenda de que san Columbano, que venía de Irlanda, celebró el solsticio de invierno y los cortesanos y otra gente común se acercaron para venerar un abeto. Se dice que san Columbano y sus discípulos habían colgado en secreto unas antorchas en el árbol en forma de cruz, y cuando las encendieron, el santo dio un discurso sobre el nacimiento de Jesús y la población de Borgoña se convirtió al cristianismo. Esta leyenda explicaría teóricamente de dónde viene la costumbre de los adornos”.
Existe otra leyenda más extendida que apunta a san Bonifacio, y que cuenta que cuando se encontraba en el norte de Europa predicando el cristianismo entre los pueblos germanos, cortó un roble consagrado al dios Thor, y puso en su lugar un pino.
Aunque hay algunas menciones a la decoración de árboles durante la Edad Media, podemos asegurar que empezó a extenderse aún más desde el siglo XVI, cuando entre los comerciantes alemanes de la Liga Hanseática se difundió la costumbre de adornar un árbol y ofrecer dulces a los niños, indica Vavřinová.
“En la Edad Media apareció una canción trovadoresca que hace referencia a un árbol adornado en la esquina de una sala donde se reunían los caballeros, pero no tenemos más detalles. Y ya en el siglo XVI, en las ciudades de la Liga Hanseática, que en su mayoría eran protestantes, hay escritos sobre que la Liga organizaba un banquete para todos sus miembros. En la sala donde se celebraba había un abeto para los niños, donde había símbolos que representaban a la Virgen María en forma de rosas de papel, había símbolos de Cristo y también muchas frutas y dulces para los niños pequeños. Los dulces representaban la dulzura de la vida para los cristianos”.
En lo que hay consenso es en que fue en distintas regiones de la actual Alemania desde donde la tradición de los árboles de Navidad pasó a los países vecinos.
Como no podía ser de otro modo, eso es lo que sucedió en las Tierras Checas. Se atribuye al alemán Johann Carl Liebich, director del Teatro de los Estamentos de Praga, su propagación en Bohemia.
“La decoración de los árboles comienza en Alemania y de allí va pasando a otros países. Por ejemplo, a Chequia llegó gracias a Johann Carl Liebich, que era natural de Maguncia. Trabajaba en Praga a principios del siglo XIX como director del Teatro de los Estamentos, y en Navidad organizó una fiesta para sus amigos aristócratas, donde puso un abeto decorado y debajo de él regalos para los invitados”.
Según estos datos, gracias a la idea que Liebich llevó a cabo en su palacio de Šilboch, el abeto decorado se estableció como símbolo de la Navidad en Praga incluso unos años antes que en la corte imperial de Viena.
Decorar hasta donde la imaginación y los materiales permitan
Por otra parte, la decoración de los árboles no ha sido monolítica. Desde los adornos de ramas de las antiguas culturas, sobre las que tenemos menos información, hasta la actualidad, el arte de decorar el árbol de Navidad ha evolucionado continuamente.
Como señala la historiadora Valburga Vavřinová, antiguamente era más habitual hacer formas con papel y poner frutas y dulces. Los adornos más similares a los que utilizamos en la actualidad no comenzaron a ser comunes hasta el siglo XIX.
“Los primeros árboles de Navidad tenían dulces colgados, algunos tipos que solo los más ricos se podían permitir, como los terrones de azúcar, algo que hoy puede sorprendernos. Estos se ponían dentro de pequeños papeles dorados o plateados. También se ponían frutas exóticas para la época, como las naranjas y los dátiles. Desde el siglo XIX comenzaron a fabricarse adornos más artesanales y caseros con los materiales que había disponibles en el lugar. Por ejemplo, se hacían adornos de paja”.
La variedad de elementos disponibles en cada región para la fabricación de los adornos fue algo clave. Obviamente, en cada zona geográfica unos materiales eran más comunes que otros. En las zonas vidrieras, se pusieron de moda los adornos hechos de vidrio, añade Vavřinová.
“En la frontera de la actual Bohemia, donde la industria del vidrio floreció desde el siglo XIX, se hacían adornos de vidrio, por ejemplo. Había mucha variabilidad, porque dependía de los recursos que pudiera ofrecer cada región”.
Aunque no sea de origen checo, cabe mencionar una interesante costumbre de la que también existen diversos registros. Se trataba de colgar el árbol navideño del techo sobre la mesa en la que se iba a cenar.
Para Valburga Vavřinová, esto tiene mucho sentido en la tradición cristiana, ya que al ser el abeto un árbol de hoja perenne podía hacer referencia a la vida eterna.
“No sé si la costumbre es de origen checo, pero antes era común colgar el árbol del techo con la punta mirando hacia abajo sobre la mesa en la que se iba a comer. Puede parecer una tradición absurda, pero tiene mucha lógica. Porque durante el resto del año, sobre la mesa de muchas familias cristianas colgaba una paloma que se ponía en Pentecostés y que representaba al Espíritu Santo, entonces en Navidad la paloma se sustituía por el árbol, que simbolizaba a Jesucristo. Era un abeto que como es de hoja perenne recordaba a los creyentes la vida eterna”.
También es interesante un detalle que a finales del siglo XIX se volvió muy popular en los árboles navideños checos, en los que muchas familias comenzaron a colgar velas encendidas. En los inicios, estas velas eran de sebo, pero posteriormente se elaboraban con parafina.
A día de hoy, los árboles navideños siguen siendo igual de populares y para la mayoría son un elemento indispensable de estas fechas.
En los hogares de todo el entorno pueden encontrarse tanto árboles de verdad como árboles artificiales, y en los mercadillos locales puede encontrarse una enorme variedad de adornos.
Uno de los árboles de Navidad más espectaculares que se pueden ver ahora mismo es el de la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga, que cuando se ilumina impone su figura en esta parte del casco histórico de la capital checa. El de este 2019 es un abeto de 22 metros que viene de Semily, una ciudad en el norte de Bohemia.
Pero con el aumento de la población y la masificación de las costumbres, también toca preguntarse en estos tiempos sobre el destino de tantos árboles cuando acaba la temporada navideña, ya que son muchos los que se acumulan en los contenedores de todo el país.
Personalmente, la historiadora Vavřinová no está segura de cómo gestionan estos residuos las ciudades, pero afirma que ella intenta deshacerse del árbol de la mejor forma posible.
“Nosotros solemos estar fuera de Praga y las ramas del árbol las utilizamos para hacer compost o para hacer fuego en la chimenea. Pero espero que los que la gente deja por la ciudad se recojan como desecho biodegradable y se puedan reciclar”.
Los árboles de plástico, por su parte, aunque están producidos a partir de materiales contaminantes, no tienen por qué dañar el medio ambiente si las familias utilizan el mismo cada año en lugar de comprar uno nuevo cada Navidad. Aunque esto dependerá de la responsabilidad de cada uno.
Con unos materiales o con otros, esta inmortal tradición parece que sigue totalmente vigente. Y lo cierto es que tiene sentido, ya que la naturaleza siempre ha sido la fuente principal de inspiración de nuestras creencias y de su simbología, adaptadas eso sí, a cada época de una forma distinta.
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